EFE Barcelona I

El programa Digital Future Society (DFS), una iniciativa impulsada por el Gobierno y la Mobile World Capital Barcelona, se ha propuesto encontrar soluciones tecnológicas que ayuden a frenar la desinformación.

Con ese fin ha lanzado Tech against Disinformation -tecnología contra la desinformación-, un concurso en marcha hasta el próximo 9 de julio que financiará, con hasta 40.000 euros, las candidaturas ganadoras, las cuales podrán así llevar a cabo sus proyectos piloto.

La iniciativa cuenta con la colaboración, entre otros, de EFE Verifica, el servicio de verificación de datos de la Agencia Efe.

Pero, ¿cómo servirse de la tecnología para batallar contra las siempre más presentes ‘fake news’? ¿No es precisamente la tecnología la que facilita su circulación?

La directora de DFS, Cristina Colom; la responsable del laboratorio de ideas de este programa, Carina Lopes; y el responsable del Observatorio Nacional 5G, Federico Ruiz, buscan en conversación con EFE dar algunas claves a esta cuestión.

Para empezar, en los últimos meses hemos escuchado hablar de emergencia sanitaria y emergencia social, pero Colom alerta de que también existe una emergencia digital que estamos desatendiendo.

Es resultado de una brecha digital que discrimina de muchas formas -por edad, idioma, género o situación económica, por ejemplo- y solo se le pondrá remedio apostando por una alfabetización digital que debe partir desde las edades más tempranas pero que también debe llegar a los más mayores, ahora demasiadas veces en fuera de juego.

A partir de aquí, DFS apuesta por un «humanismo tecnológico» del cual quiere que Barcelona sea «epicentro» y Europa «referente»: ya está siendo así en algunos casos, destaca Colom, como en la reciente propuesta de la Comisión Europea para regular el uso de la inteligencia artificial.

«La tecnología nunca podrá reemplazar a la empatía y a la intuición de los humanos: debe haber un equilibrio. Debemos sacar beneficio de la tecnología, sí, pero siempre con una perspectiva humanista», defiende Colom.

La directora de DSF apunta asimismo a la automatización como una de las herramientas clave para neutralizar la desinformación, dado que ahora, en demasiadas ocasiones, las noticias falsas corren más rápido que lo que puede tardar un (buen) periodista en desmentirla.

Lopes señala que uno de los muchos males que ha conllevado la pandemia es una suerte de «infodemia» o un «tsunami de mala información» que ha explotado la «tormenta perfecta» que ha tenido lugar: una cada vez mayor sofisticación tecnológica, el mayor uso de las redes sociales al estar todos encerrados en casa y un contexto social de miedo generalizado.

Ella coincide en que la tecnología «debe jugar un papel» en esta batalla, aunque también alerta de que «no lo puede hacer todo».

Como ejemplos en los que fijarse, señala a la empresa española Alto Analyitics, a la británica Full Fact o al proyecto del gobierno catarí Tanbih.

El primero usa la inteligencia artificial para analizar de forma masiva y en tiempo real datos en 53 idiomas y 125 países: está especializado en campañas electorales y en desenmascarar ‘deepfakes’ -vídeos ‘ultrafalsos’-, entre otros.

El segundo ha ahondado en la automatización de los procesos de verificación; mientras que el proyecto de Catar -más destinado a labores de defensa que a velar por una información de calidad desde una perspectiva democrática- busca «quebrar burbujas informativas» y muestra cómo las administraciones públicas también pueden jugar un rol protagonista.

Finalmente, Ruiz lanza la idea de explorar cómo el ‘blockchain’ -cadena de bloques- podría ayudar a trazar el origen de cualquier información, y anima a los gobiernos a implicarse en esta lucha contra la desinformación.

Pide así «volver al origen» de esta tecnología, ahora usada principalmente como herramienta especulativa pero que determinaría, sin ningún género de dudas, por las manos de quién ha pasado determinada información.

Eso sí, «la tecnología por sí sola no basta» y se corre el riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad, puesto que no es lo mismo que se pueda conocer hasta el más mínimo detalle el recorrido de una noticia en un entorno democrático que en una dictadura, donde lo más probable es que ello se usara para silenciar a la disidencia.

De ahí que Ruiz alerta que «la tecnología por sí sola no basta», que Lopes subraye que este es «un reto sociológico, no solo tecnológico» y que Colom abogue por profundizar en el «humanismo tecnológico».

El 9 de julio termina el plazo para presentar candidaturas a la convocatoria Tech against Disinformation, en la que puede participar de forma gratuita cualquier entidad jurídica española o internacional, y a finales de septiembre se darán a conocer los proyectos ganadores.

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