Madrid, 15 jul (Fernando Labrador I EFE).-
¿Qué verificamos?
La mayor mortalidad de la segunda ola de la gripe española de 1918 se debió a la despreocupación de la población.
Conclusión
La probable mutación del virus, su llegada a zonas rurales y un retraso en algunas medidas tomadas por las autoridades fueron más determinantes en el aumento de muertes que la relajación de la población tras la primera ola.
En las últimas semanas se han compartido en redes sociales contenidos con el mensaje acerca de que “el segundo brote de la gripe española de 1918 fue más letal que el primero porque la gente se despreocupó en verano”, con el añadido: “No dejemos que la historia se repita”.
El mensaje se ha popularizado en España al comienzo del verano de 2020, tras una primavera con decenas de miles de fallecidos por coronavirus y ante el temor a una próxima segunda ola de la pandemia actual.
Estas afirmaciones, que han circulado junto a fotografías de la época, se han publicado sobre todo en Instagram y en Twitter.
Una segunda oleada más letal
Los estudios coinciden en que la segunda oleada, entre septiembre y noviembre de 1918, produjo más muertes que la primera, en torno al 70 % del total de más de 50 millones de fallecidos por esa pandemia, cerca de 300.000 de ellos en España, según diversos cálculos estimados.
El primer brote, en la primavera (boreal) de 1918, había causado la décima parte, mientras que el resto falleció en la tercera ola, en 1919, y en una secuela de mortalidad menor en 1920, que padecieron los bebés que no se habían inmunizado los dos años previos.
Expertos consultados por EFE consideran que múltiples factores provocaron el aumento de la mortalidad durante el segundo brote de la pandemia de gripe española, y entre ellos no se encuentra necesariamente la despreocupación de la población.
El doctor en Historia Jaume Claret, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, ha explicado a Efe que resulta “más bien falso o poco ajustado a la realidad” afirmar que la despreocupación ciudadana fue la principal causa de la mayor mortalidad de la pandemia en el otoño de 1918.
Claret ha indicado que no suele haber “una causa única que lo explique todo”, pero que en este caso la opción preeminente es que “lo que incrementó su mortalidad fue una mutación del propio virus”. Esa probable alteración vírica hizo que se pasara de una “capacidad expansiva limitada” en el primer brote a una mayor letalidad unos meses más tarde.
María Isabel Porras, catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad de Castilla-La Mancha, también cree que la mutación del virus fue el factor básico para que aumentara la mortalidad, aunque ha señalado a Efe que esa transformación carece de una comprobación plena porque la reproducción del genoma por el equipo científico de Jeffery Taubenberger -concluida hace 15 años, gracias al descubrimiento de la técnica de biología molecular de reacción en cadena de la polimerasa (PCR)- fue lograda con muestras de cadáveres congelados de fallecidos en la segunda ola, entre ellos tejido pulmonar de una mujer enterrada en permafrost en Alaska.
“La población sí estaba concienciada y mentalizada”, ha indicado a Efe la historiadora María Lara, coautora junto a su hermana Laura Lara de “Breviario de Historia de España”.
Fiestas populares y menos medidas de protección
“Aparte de las posibles mutaciones del virus”, para Lara, el factor determinante pudo ser que tras el verano las autoridades tardaron en dictar nuevas medidas de protección, como podrían haber sido la suspensión de las fiestas populares en ciudades y pueblos, habituales al final del estío, o una limitación a los movimientos de población en masa, como se dio con la vendimia, que no tuvo restricciones.
María Lara, no obstante, ha matizado que la población en general también pudo pecar de cierta despreocupación al haber pasado varios meses desde el brote anterior.
“Las personas fueron muy cautelosas durante los meses en los que veían la mortalidad cara a cara, pero después no tanto”, ha añadido Lara, si bien entiende que a las fiestas populares acudía la gente porque no fueron prohibidas por las instituciones, lo que generaba confianza.
El Gobierno español sí recomendó aplazar los festejos populares en septiembre, pero pocas administraciones locales lo secundaron, según otro historiador, José Luis Betrán.
Probablemente hubo presión social de empresarios, sindicatos y la Iglesia para que no se paralizara la actividad normal. En aquellas fechas se hicieron llamamientos para rezos conjuntos contra el virus, como una procesión organizada por algunos obispos, como el de Zamora, ha recordado Lara.
Los aislamientos o la desinfección obligatoria de objetos se impusieron al final de la primavera en España y ya no regían en septiembre, cuando además hubo un retraso a la hora de retomar las medidas de protección y una cierta limitación en estas, según Lara.
Esa posible causa es también citada por Porras, quien cree que ante el segundo brote “se aplicaron parcialmente”, ya que, por ejemplo, se cerraron los centros públicos de enseñanza, pero no los privados y también se mantuvieron abiertos los cafés y se permitieron las ceremonias religiosas.
Otra causa que pudo llevar a que la segunda ola fuera más grave, según ha apuntado Claret, fue su incidencia sobre nuevas poblaciones. Por ejemplo, en España, la ciudad de Madrid fue muy afectada en la primera ola, tras las fiestas de San Isidro, pero en el segundo brote fueron más damnificadas las zonas rurales, en especial del norte peninsular. Y esto pudo deberse al regreso en esas fechas de los licenciados del servicio militar a sus pueblos.
De forma paralela, a nivel internacional los historiadores suelen relacionar la llegada del virus a zonas nuevas con los retornos de tropas militares, justo cuando la Primera Guerra Mundial estaba terminando.
El recuerdo de otros brotes de influenza
Las mayores tasas de letalidad (proporción de fallecidos entre los contagiados) se dieron en zonas de África, el Ártico o la Polinesia que tuvieron menor contacto con pandemias previas, como, según suelen citar los historiadores, ocurrió con la llamada gripe rusa, una pandemia de influenza en 1889 y 1890, que seguramente proporcionó inmunidad a quienes la superaron.
El hecho de que la pandemia de 1918 fuera más mortífera para niños y jóvenes también suele tener esa misma explicación, el recuerdo de brotes de influenza del siglo XIX.
“A partir de las descripciones de los casos clínicos de la época, que hablaban de la muerte de la población joven que moría asfixiada en sus propias secreciones, se ha relacionado con una fuerte tormenta de citoquinas”, ha apuntado Porras, tras recordar que entonces la ciencia no conocía lo que eran esas reacciones inmunitarias intensas, más comunes “en personas sanas y jóvenes sin inmunidad frente al virus”.
La coincidencia en el tiempo de la gripe estacional con la primera ola, pero no con la segunda, es otro posible factor del aumento de mortalidad que cita Claret, aunque mantiene la “mayor potencia de transmisión” del virus mutado como causa clave.
El factor de la coetaneidad es citado por la investigadora colombiana Beatriz Echeverri Dávila, doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, quien, en una entrevista este marzo en el diario chileno La Tercera señaló que “durante la primera ola de la primavera, donde la infección no se diferenciaba de una gripe estacional, no fue motivo de pánico; otra cosa fue la ola otoñal, cuando empezó a morir la gente en cantidades”.
La población en general estaba más debilitada a finales de 1918, por el empeoramiento de las condiciones higiénico-sanitarias y de alimentación en un contexto de contienda bélica y crisis económica tras una reciente emergencia sanitaria unos meses antes. Ese es otro factor que pudo incidir en la actitud de los ciudadanos respecto al rebrote, más allá de una simple despreocupación, como da a entender el contenido viralizado en Instagram.
Fuentes:
-«Updating the accounts: global mortality of the 1918-1920 'Spanish' influenza pandemic», Niall P A S Johnson, Juergen Mueller, Bulletin of the History of Medicine, primavera de 2002.
-La catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad de Castilla-La Mancha María Isabel Porras.-El director del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte de las universidades de Lleida y Oberta de Catalunya, Jaume Claret.
-La historiadora y profesora de la Universidad a Distancia de Madrid María Lara.
-«El virus que surgió del frío», The Conversation, 19 de marzo de 2020.-“La historia de las epidemias en España y sus colonias”, José Luis Betrán, La Esfera de los Libros, 2006.