Jorge Ocaña y Sergio Hernández

EFE Madrid I

El 20 de marzo de 2003 comenzó la Guerra de Irak después de que el Gobierno de Estados Unidos de George W. Bush y su poderoso vicepresidente, Dick Cheney, hubiera defendido desde finales de 2001 la necesidad de hacer frente a la amenaza de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía el régimen de Sadam Hussein, a quien se vinculaba con los atentados del 11S y Al Qaeda.

La culminación de ese relato se produjo el 5 de febrero de 2003, cuando el entonces secretario de Estado de EE. UU., Colin Powell, alertó al Consejo de Seguridad de la ONU de ese riesgo para justificar el inicio de la guerra, un argumento falso del que se arrepintió poco después.

Cuando se acerca el vigésimo aniversario del inicio de ese conflicto bélico, algunos expertos ven en el comportamiento de la Administración Bush un anticipo del uso de la «posverdad», así como un menoscabo de la credibilidad de la ONU, que ahora debe afrontar la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Es el caso de Carme Colomina, investigadora sénior del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona CIDOB, quien expone a EFE Verifica que el menosprecio a la verdad y los hechos forma parte del «legado» de Bush, magnificado después por el también expresidente republicano Donald Trump. 

Exageraciones y falsedades

Aunque investigaciones bipartidistas del Congreso de los Estados Unidos no encontraron pruebas de presiones políticas a los analistas de inteligencia, a lo largo de los años han trascendido evidencias de exageraciones en los informes y el uso de hipótesis descartadas por parte de la Administración Bush y su principal aliado, el Gobierno británico de Tony Blair

Por otra parte, un estudio del prestigioso Centro para la Integridad Pública estadounidense cuantificó que Bush y algunos de los miembros más notables de su Ejecutivo habían hecho 935 declaraciones falsas en los dos años posteriores al 11 de septiembre de 2001.

Según dicha investigación, esas afirmaciones «formaban parte de una campaña orquestada que galvanizó eficazmente a la opinión pública» y «condujo a la nación a la guerra bajo pretextos decididamente falsos».

En el caso del ex primer ministro británico, tras años de escándalos y acusaciones de haber exagerado la amenaza iraquí, el Informe Chilcot señalaba en 2016 que Blair había autorizado la invasión con pruebas de inteligencia «no justificadas» y «erróneas», según informó EFE.

El propio Blair había pedido disculpas por haber basado sus decisiones en información de inteligencia «equivocada», en una entrevista en la CNN en 2015.

No había armas de destrucción masiva

Como demostraron las investigaciones posteriores a la invasión y consta en los informes oficiales de la inteligencia de Estados Unidos desde al menos 2004, Irak había destruido los principales arsenales de armas de destrucción masiva y había cesado su producción en 1991, con la imposición de las sanciones de la Guerra del Golfo.

Ya en 2005, Powell admitía en una entrevista en la cadena estadounidense ABC que su comparecencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU había sido un momento «doloroso» y que siempre supondría una «mancha» en su historial.

Pero aunque la certeza de que las armas de destrucción masiva no existían se produjo después de la invasión, las sospechas sobre la credibilidad de las tesis del Gobierno de Estados Unidos abundaban antes del inicio de la guerra.

En concreto, las afirmaciones de Estados Unidos y el Reino Unido, apoyadas por España, no tuvieron el respaldo de los investigadores de la Comisión de Supervisión, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas (UNMOVIC) y la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), quienes no habían encontrado pruebas de las citadas armas

Sobre las consecuencias de estas actuaciones para el papel que desempeña Naciones Unidas, Colomina indica que “mentiras para justificar una guerra han existido siempre”, pero, según considera, desde la Guerra de Irak ha habido una erosión del propio papel de la ONU por el uso del discurso sobre las armas de destrucción masiva para intervenir en conflictos.

Sadam Hussein y el 11S

Uno de los primeros motivos esgrimidos por la Administración Bush para señalar al país de Oriente Próximo como un peligroso enemigo fue el presunto vínculo del dictador iraquí, Sadam Hussein, con Al Qaeda y los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Para establecer esa vinculación, el Departamento de Defensa redactó y difundió «evaluaciones de inteligencia alternativas sobre la relación entre Irak y Al Qaeda», según determinó un informe del inspector general del Pentágono de 2007.

Esos informes «incluían algunas conclusiones que eran contradictorias con el consenso de la comunidad de inteligencia«.

El director de la CIA en ese periodo, George Tenet, negó públicamente que la agencia hubiera podido verificar tal vínculo en el programa 60 minutos, de la CBS, en 2007.

Anteriormente, en 2006, el propio Bush aseguró que Irak no había tenido «nada» que ver con el 11S, en contra de lo sostenido por su Ejecutivo en los meses previos a la guerra.  

La falsa compra de uranio a Níger

Otra de las denuncias realizadas por Estados Unidos con el apoyo del Reino Unido consistía en la supuesta compra de uranio a Níger en 1998 para la fabricación de armas nucleares, a pesar de que la CIA contaba con información que negaba esa hipótesis tras las investigaciones hechas en el país africano por el diplomático Joseph Wilson.

Iniciada la guerra, Wilson publicó un artículo en The New York Times en que así lo explicaba, circunstancia que obligó a la Casa Blanca a admitir que había utilizado información errónea.

Como respuesta, el Gobierno desveló la identidad de la esposa de Wilson, Valerie Plame, que trabajaba como agente encubierta de la CIA, lo que acabó con el jefe de Gabinete de Cheney Lewis «Scooter» Libby condenado por obstrucción a la justicia y falso testimonio.

Fuentes:

Carme Colomina, investigadora sénior del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona CIDOB

Irak: ¿Qué sabía el Congreso y cuándo?, de FactCheck.org, miembro de la Red Internacional de Verificación (IFCN, por sus siglas en inglés).

Irak: la carta de la guerra, del Centro para la Integridad Pública.

Tony Blair lamenta los «errores» de la Guerra de Irak pero no el derrocamiento de Sadam, de una entrevista en la televisión estadounidense CNN.

Informe completo revisado con anexos sobre las armas de destrucción masiva de Irak (Informe Duelfer), del asesor especial de la CIA sobre las armas de destrucción masiva, Charles Duelfer.

Colin Powell sobre Irak, la raza y el alivio del huracán, de una entrevista en la televisión estadounidense ABC.

El informe clave de un funcionario sobre Irak está viciado, de The Whasington Post.

George Tenet: en el centro de la tormenta, de una entrevista en 60 Minutos, programa de la televisión estadounidense CBS.

Transcripción de la conferencia de prensa del presidente de Estados Unidos George W. Bush del 21 de agosto de 2006, de la Oficina del Secretario de Prensa de la Casa Blanca.

Lo que no encontré en África, artículo del diplomático John Wilson en el diario The New York Times.

Informaciones de EFE.com.

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